Espinas de luna


Locura

T-Tantas cosas tengo.
T-Tengo que decirte,
muero de inocencia y frio.
T-Tantas cosas que no entiendes,
espacios vacíos.

T-Tantas proezas de mentira,
certezas que finjo
para alimentar distancias.
Siempre en vano.

Pisar en falso.
C-Caerte.
C-Creerte
cercano aunque estés lejos.

Quisiera decirte que muero despacio
con una sonrisa triste.
No opongas resistencia

T-Tu presencia no cura mi...

Cenotafio

Inhalar.
Exhalar.

Si de verdad me conocieras
darías sentido a tus palabras
para convertirme en tu blanco.

Inhalar. Inhalar.
Exhalar.

Si de verdad te dijera,
que has visto una cara de la luna
cuando crees haber visto tanto.

Inhalar. Inhalar. Inhalar

Juguemos a ser sinceros

Es la gracia del asunto:
echarle la culpa al arte
y travestirse de coma y punto
con la excusa de que fue algún otro.
No hay más culpable que uno,
hagámosle frente al problema.
Sos la mentira conveniente
que se orina en la bañera.

Mirate al espejo, repetí conmigo:
Estoy tan sola que duele.
¡No! ¡Me encanta estar sola!
A veces me aburre ser buena, así que
al próximo poema no le voy a poner título.

Querido extraño:

La otra cara de la luna es,
probablemente,
la expiación de nuestros pecados;
es la que tarareamos en susurros
los poetas
cuando el quejido de la canilla oxidada ahoga los
versos avergonzados.
Entonces, nos fundimos en la calidez efímera
y la cavilación penosa
mientras la niebla nos aleja del mundo
y envuelve el reflejo en las baldosas.
Testigos de la incertidumbre.
Por eso la bruja temía al agua;
quizás no quería olvidar los pecados
que no terminaba de comprender.
Y hasta ahora no comprendo
si la mató la verdad o el olvido
pero, por las dudas...
yo huyo del agua también.
Desconfío.
Me alejo hasta necesitarla y, solo entonces, corro
con la garganta seca y las resoluciones al hombro;
a veces con la cabeza gacha y las manos ensangrentadas
Y no echo culpas al cordero.
Sacrifico tiempo, lágrimas
(aquel día páginas pero prefiero no hablar de esto).
Ellas barren los relieves de mis labios apretados,
los succionan con la pasión de un beso que nunca di;
así brotan respuestas asustadas que se apilan del otro lado.
Como un alistamiento de infantes
con armas demasiado reales.
Por eso suben y bajan las mareas,
me contaron,
como suben las dudas por el pecho
y caen las certezas por los ojos.
¿No las ves, de nuevo en el baño,
más allá de la baldosa empañada?
Bienvenido al santuario de los secretos,...

Memorial

¡Había dicho que no le iba a poner título!
Bueno...
Mi abuela tenía la costumbre
de juguetear con un trozo de tela.
Ella...
Mi avuela tenía la costumbre
de juguetear con un retazo de tela
Un día...
Mi avuela tenía la costumbre
de guguetear con la tela, creo
Me llamó por un nombre que no era el mío
Mi avuela
Bueno...

Este es el último poema porque no me animo a compartir el final

Aferrate a estos versos, aferrate.
porque mueren al acabar la página.
Ellos se van, todos ellos, al sótano
de los escritores que hoy son médicos
y lloran cuando traen bebés al mundo
porque enterraron a los suyos. Con los míos.
Si los ves, decíles:
«Ella te quiso
pero no estaba lista,
nunca lo estuvo.
La llenaron,
se llenó de excusas;
con la promesa de volver
por ti, algún día.
Cuando estuviera lista.
Y nunca lo estuvo».
¡Vamos! ¡Pasa la página, cierra la puerta!
Con los puños apretados, de espalda a ellos;
bien. Escucha...
¿Encontraste al tuyo junto al mío?

Mentira

«Te haría bien descansar un poco»,
dices, porque es fácil
echar la culpa al colchón.
«Te haría bien salir más»,
opinas, porque si estoy fuera
no escuchas mis turbios silencios.
«Podrías buscar ayuda». Sugieres, atento,
aunque un profesional cobra por hacer lo que no hiciste.
Me enseñaste que la limosna es la indulgencia del pecador
y, los recuerdos, la cruz del inocente.
No quedan rastros de la masacre,
supiste limpiar tu conciencia
y ensuciar mis esperanzas.
Si hoy me queda chica la piel que me cubre
y me falta el aire y me sobran las palabras,
es porque alguna vez hubo una niña
que, buscando un trébol, cosechó una rosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario