Capítulo I
« Estableceré en pocas líneas que
Maldoror fue bueno durante sus primeros años en los que vivió feliz; ya está
hecho. Advirtió, luego, que había nacido malo: ¡fatalidad extraordinaria!
Ocultó su carácter lo mejor que pudo durante muchos años (…) hasta que, sin
poder ya soportar semejante vida, se arrojó resueltamente a la carrera del mal»
-I. Ducasse.
La casa
consistía en dos torres de tres pisos cada una, unidas por una recepción. Esta
daba lugar al comedor, desde donde se extendían las escaleras a los lados.
También se podían acceder a las torres por las puertas del patio de atrás pero
eso lo supe más tarde, hasta el momento mi atención estaba puesta en la parte
frontal con la que nos topamos una vez que el vehículo se detuvo.
Éramos
veinte. El creador del juego nos había mandado a buscar a nuestras casas en un
transporte contratado y, como la mía fue la última, me limité a tomar asiento
en el único lugar disponible junto a la puerta sin poder analizar el resto de
los jugadores a mis espaldas. No pude evitar preguntarme si entre ellos habría
algún conocido, develar nuestros rostros parecía pesarnos a todos por igual
porque nadie hablaba. Cada cual iba centrado en sus respectivas ventanas, como
presos a medio camino para ser juzgados por los delitos cometidos.
Al
llegar, el rebaño quedó expuesto frente a aquella enorme estructura viendo el
vehículo alejarse, hasta que nuestros celulares sonaron y nos apresuramos a
leer las próximas instrucciones:
« Pasen
y pónganse cómodos. La mesa del comedor está servida para que almuercen juntos
y un video estará esperando en la televisión para que lo reproduzcan cuando
gusten. Estamos en contacto, el vehículo regresará para llevar a casa a los que
quieran».
¿A los
que quieran? Decidí dejar de lado la preocupación para analizar los arbustos a
ambos lados de la entrada, las paredes de ladrillos pintados de blanco y las
tejas azules. Parecía un castillo salido de un cuento de hadas en medio de la
nada, a varios kilómetros del resto de la civilización. Me costaba creer que
alguien pudiera vivir allí, trataba de no pensar en lo complicado que sería
regresar a casa si no pasaban a buscarnos y me pregunté cómo podríamos
comunicarnos con el creador si esto ocurría, siendo que ninguno tenía señal. De
hecho, ¿cómo había hecho el creador para comunicarse con nosotros? Fruncí el
ceño, alguien tamborileó en mi hombro.
—
Celia,
la misteriosa— Esta vez, la sonrisa no le llegó a los ojos.
—
¿Matías?
Seguimos
al grupo que iba reuniéndose alrededor de la mesa del comedor, un espacio más
bien íntimo en matices de marrón, y una vez dentro nos invadió el aroma a
lavada que probablemente provenía de las ventanas que daban al fondo.
—
Parece
un juego— Me susurró en el oído, sentándose a mi lado y observando alrededor
con sigilo— Uno puede adivinar el nombre de usuario de los veinte, pero no
corresponder cada uno con los rostros a los lados de la mesa.
Esperé a
que confesara su nombre de usuario pero no lo hizo, así que tampoco le dije el
mío. No había sido la única en disfrazar a mi personaje para que no lo
relacionaran conmigo. Solté un suspiro, una chica esbelta de nariz respingada se
incorporó con los puños apretados a los lados. Demasiado maquillaje, pensé,
pero en realidad poco me importaba. Había pollo, ensalada, huevos cocidos.
Todos siguieron sus movimientos mientras reproducía el video de la pantalla
gigante, nadie probaba bocado. Jugueteé con la servilleta hasta que la pantalla
iluminó mis manos.
« Felicidades,
jugadores de Guerra de corazones. Me
complace anunciar hoy, durante el aniversario de este proyecto, que han llegado
a la final. El primer desafío era reunirse aquí y, tal y como prometí, dejé los
premios de cada uno en sus respectivas camas. Antes de que vayan a buscarlos,
sin embargo, les recomiendo que escuchen el siguiente anuncio…».
Un
hombre, unos cinco años mayor que Matías y yo, se retiró hacia las escaleras de
la derecha para buscar su premio y largarse. Me planteé hacer lo mismo pero la
imagen en pantalla me detuvo, era simplemente el logo del juego pero algo en él
me llamaba la atención ahora que lo tenía tan cerca y a gran escala. La voz
continuó luego de unos segundos:
« El
siguiente desafío se extenderá durante todo el próximo año y la oferta será
mayor a cualquier otra que puedan haber recibido antes. Si ganan, viven. Si
pierden o lo rechazan, mueren. Lamentablemente, esta es la suerte que corrieron
todos los jugadores que no lograron llegar a la final. Corre video…».
Las siguientes
imágenes venían acompañadas de una melodía escalofriante en piano que apenas se
escuchaba por encima de los gritos de horror de los jugadores alrededor de la
mesa, cubriéndose con las manos al presenciar una a una las muertes grabadas
desde la cámara frontal de los celulares de los cientos de jóvenes en tiempo
real. Expresiones de confusión, probablemente al leer un mensaje en sus
pantallas, seguidas de lo que parecía un choque eléctrico.
De repente, entre
ellos, los ojos de Lorena. Negros, asustados. Apagados.